La caprichosa RAE, como todo nuestro caprichoso vocabulario, dice que comer es "masticar y deglutir un alimento sólido". Me resulta tan pobre esa definición para un acto cotidiano y tremendamente vital que nos encuentra solos y con otros... Será porque desde que tengo uso de razón no puedo evitar ponerle un un plus de amor al proceso alimenticio. Comemos porque debemos. Algunos comen lo que pueden, otros los que quieren y el resto miti y miti. Me es imposible en este mar de ignorancia aproximar qué porcentaje le corresponde a cada cual. Pero lo que es cierto es que solos o con otros, hay un plus de amor que algunos ponemos al acto alimenticio y no solo por gordos nos dan ganas locas de comernos la vida. Se que robaba carne cruda de la mesada y la comía como lo haría ahora con un alfajor Fantoche. Y la cebolla sufría el mismo destino a manos de una infante voraz. También los fósforos (hablamos del capricho ya?). Nada me explica por qué disfrutaba lo que disfrutaba e
Puedo decirles sin temor a equivocarme que ciertamente luché con todas mis fuerzas para que este blog no cayera (como tantas otras cosas) bajo la indigencia de mi rusticidad mental y sus vaivenes. Luché pero no me salió. Igual un poco me alegra porque eso justifica el nombre del blog. Así que estamos bien. En fin, recuperando mi amor gastronómico por zafarla incesantemente, rescaté estos bebes de la heladera antes de que se echaran a perder. Típico mío, los compré porque estaban en oferta y no me pude resistir. No es que piense que las berenjenas y los zuccinis sean aburridos, más bien todo lo contrario, pero convengamos que necesitan su alimento remolcador para levantar sabores. Esta es una forma super fácil y rica de comerlos. Yo usé 1 berenjena y 1 zuccini para 1 persona (mi misma), salsa de tomate de frasco, queso sardo rallado en cantidades abundantes, cebollita de verdeo, sal y pimienta. Corté los vegetales en rodajas, los llevé a la plancha con un poquito