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Comer es amor


La caprichosa RAE, como todo nuestro caprichoso vocabulario, dice que comer es "masticar y deglutir un alimento sólido". Me resulta tan pobre esa definición para un acto cotidiano y tremendamente vital que nos encuentra solos y con otros... Será porque desde que tengo uso de razón no puedo evitar ponerle un un plus de amor al proceso alimenticio.

Comemos porque debemos. Algunos comen lo que pueden, otros los que quieren y el resto miti y miti. Me es imposible en este mar de ignorancia aproximar qué porcentaje le corresponde a cada cual. Pero lo que es cierto es que solos o con otros, hay un plus de amor que algunos ponemos al acto alimenticio y no solo por gordos nos dan ganas locas de comernos la vida.

Se que robaba carne cruda de la mesada y la comía como lo haría ahora con un alfajor Fantoche. Y la cebolla sufría el mismo destino a manos de una infante voraz. También los fósforos (hablamos del capricho ya?). Nada me explica por qué disfrutaba lo que disfrutaba en ese entonces. Pero lo hacía a punto tal y con tanta desmesura que alguna vez tuvieron que esconderme los alimentos de mi delicia para no ser arrebatados a la siesta, por la solapa gordita que llevo dentro.

Mientras pude desentenderme de producir los alimentos comía como si aquello cayera del cielo (toda tonta, sin saber lo que costaba). Cuando tuve que empezar a encargarme de elaborarlo (también tonta) me quería tan poco que solo comía fideos, sopas rápidas y galletas de agua. Y después me fuí queriendo más y me sobraba amor para cocinar a los demás las pocas cosas que me salían bien y que resultaba oportuno ser presentadas a los otros para satisfacer su hambre o sus ganas de comer. Sólo después empecé a darme cuenta de que todo ese plus envuelve (para mi y para varios más) un gesto de amor que excede la obligatoriedad de alimentarse a las horas indicadas por vaya a saber quién. Y que llenarle el estómago a un semejante dista de ser poca cosa y envuelve una responsabilidad y esmero que debe por lo menos evitar el camino de una intoxicación segura. 

Comer solo (si evitamos la tentanción de viciarnos los ojos con las redes sociales y/o el televisor) es un momento intimísimo en el que producimos algo para nuestra propia satisfacción. Y comer con otros es una ampliación de ese momento íntimo donde estas manos torpes procuran del mejor modo posible (pero no por eso siempre exitoso) proveer felicidad instantánea y efímera en cada bocado. Y el encuentro y las palabras que se dicen entre mordida y mordida. 

No me venga nadie a querer negar que juntarse a comer en esta argentinidad nuestra debe ser uno de los placeres más elegidos, aunque ninguno de los comensales haya participado en el proceso de elaboración y el delivery sea la vedette de toda la cuestión. Porque comer es encontrarse con uno y con otros, tan básicos y animales, aunque la cosa se ponga gourmet. Porque probablemente sea el mejor modo de conocernos, ansiosos e impacientes, al borde del enojo, casi maleducados, cuando la cosa se demora y la anatomía gruñe. Ni hablar cuando la cosa está tan buena que es inevitable seguir hablando acalorados con un bocado en la boca, y nos queremos así (en el mejor de los casos). Ahí es imposible fingir, aparecemos como somos y qué gracioso que un momento tan simple sea tan sincero y nos exponga tanto.

Lo que quiero decir (con la voltereta que me caracteriza) es que celebro en tiempos de exceso de información, que algo tan básico nos encuentre y nos muestre y nos anime a compartir, bocado a bocado y gordos de palabras con los otros. Otros conocidos u otros por conocer. Un montón de animales siendo tan genuinos como pueden ser gracias al ritual simpático de compartir una mesa y hablar, que es de lo que más sabemos, aunque nada salga de la boca como uno quisiera. 

Sigamos comiendo para encontrarnos (con nosotros y los otros) en una red sabrosa de palabras, más que para mostrar, que a fin de cuentas todo esto va a pasar y a nadie le va a importar lo que compartimos en una red social el xx/xx/xxxx. Lo otro, te juro, TE JURO, que va a quedar. Que así sea.

Foto del día en que cociné todo lo que había aprendido para compartir con mis padres.
Y me acuerdo de ese día como si fuera ayer.

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