Resulta que terminé mi tesis y recuperé el dominio sobre mi tiempo libre. En eso consiste el proceso que dio lugar a este hermoso experimento que, pese a todos mis miedos, no acabó con mi vida, que no es poco. Sigo viva después de haber ingerido al menos 1 litro de delicioso yogur casero y no mostré ningún tipo de efecto colateral. Cualquier persona con dos dedos de frente puede creer que soy un poco idiota, y sí lo soy. Pero cada uno tiene su propio modo de vivir al límite. A mi me gusta jugar con las bacterias. En fin, busqué bastante en internet sobre este proceso y lo hice con la información que me pareció más práctica y sensata. Les paso a contar.
Necesitas:
- 1 litro de leche pasteurizada (NO ultrapasteurizada)
- 100 gr de yogur
En todos lados dice que debe ser yogur natural, pero ni idea donde se consigue eso. Yo lo hice con un potecito del yogur marca Día de vainilla que me costó $6 y salió bien igual.
Simplemente hay que poner la leche en una olla, hasta que hierva. Ni bien se le hacen burbujitas a los costados hay que apagar el fuego. Después, esperar 10 minutos aproximadamente hasta que baje la temperatura. Para chequear podes probar con el meñique: si te quemás pero a niveles soportables, es que está lista. Ahí agregas el yogur. Y la mejor parte: lo metes en un termo copado, de esos que conservan la temperatura como Zeus manda. Lo tapas bien, lo dejas en un lugarcito por ahí, esperas entre 6 y 8 horas y LISTO! Después lo guardás en la heladera y ya tenes tu yogur para consumir. De ese mismo, podes guardar un poquito antes de que se termine y volver a hacer. Y así por los siglos de los siglos. El saborizante yo se lo pongo antes de consumir (esencia de vainilla), igual que el azúcar.
Animate! Yo sigo viva!
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